Constitución Episcopal - Sacramentum Redemptionis -

 

CONSTITUCION EPISCOPAL 

SACRAMENTUM REDEMPTIONIS

SOBRE LA REFORMA LITURGICA

POR EL CUAL SE ESTABLECE LA PRAXIS

EN LA CELEBRACION DEL SACRIFICIO EUCARISTICO

DE LA ADMINISTRACION APOSTOLICA

+ CORPUS CHISTI +

 

 

PROEMIO 

1 - El Sacramento de la Redención, que la Madre Iglesia confiesa con fe firme y recibe con alegría, celebra y adora con veneración en la Santísima Eucaristía, anuncia la Muerte de Jesucristo y proclama su Resurrección, hasta que él vuelva en su Gloria, como Señor y Dominador invencible, Sacerdote Eterno y Rey del Universo (1).

2 - La Iglesia vive de la Eucaristía, está verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino... el núcleo del Misterio de la Iglesia; [Ella] en la Sagrada Eucaristía, por la transformación del Pan y el Vino, en el Cuerpo y en la Sangre del Señor, se alegra de está Presencia con una intensidad única (2).

3 - No podemos concebir la Eucaristía, alejada de si realidad sacrifical, es EL Sacrificio de la Redención, Incruento hasta la Consumación de los Tiempos. En ella, - se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida, que da vida a los hombres por medio del Espíritu Santo - (3).

4 - Es necesario volver la mirada al Misterio Pascual, en la PRESENCIA REAL Y VERDADERA por el Don de la TRANSUBSTANCIACION, inseparable del Ministerio Sacerdotal, cuando en la noche de la máxima prueba, confío a los Apóstoles el Mandato de - Hacer esto en Conmemoración suya - (4), tomando en sus manos el Pan, partiéndole y al darlo a sus Discípulos diciendo: - Tomen y coman todos de él, porque esto es MÍ Cuerpo - (5) y tomando el Cáliz les dijo: - Tomen u beban todos de él, porque esto es el Cáliz de MÍ Sangre... Que será derramada por vosotros... Para el perdón de los pecados - (6). Y después de 2000 años, la Santa Iglesia, Fiel al Mandato de Su Señor, sigue administrando este Misterio.

5 - Jesucristo el Señor, - el Mediador entre Dios y los Hombres - (7) - Enriqueció al Género Humano con beneficios sobrenaturales, reestableciendo entre los hombres y su Creador aquel orden que el pecado habría perturbado... El pecado original - (8). Este mismo Señor, - se Consagró a procurar la Salvación de las almas con el continuo ejercicio de la oración y del Sacrificio, hasta que se ofreció en la Cruz, Víctima Inmaculada... [Y así] hacer que tributáramos un verdadero culto al Dios vivo - (9). 

6 - La Iglesia, pues, fiel al Mandato recibido... Continúa el Oficio Sacerdotal de Jesucristo, sobretodo mediante la Sagrada Liturgia, esto lo hace en Primer lugar, en el Altar, dónde se representa PERPETUAMENTE EL SACRIFICIO DE LA CRUZ - (10).

7 - El deber fundamental del Hombre es, sin duda alguna, el de orientar hacia Dios su persona y su propia vida (11). Por ello, la Iglesia, con maternal solicitud, debe estar despierta y espavilada para llevar a las ovejas del rebaño, que son los fieles, a los verdes pastos de vida, - a fin de que ninguno se separe de él y del camino recto que él ha trasado - (12). Empero ello, - la Iglesia por consiguiente, tiene de común con el Verbo Encarnado el fin, la obligación y la función de enseñar a todos la verdad; regir y gobernar... [y] ofrecer a Dios el sacrificio aceptable y grato - (13).

8 - El Obispo [es pues el] primer administrador de los Misterios de Dios en la Iglesia... Es el Custodio de toda la Vida Liturgica (14). A él, - le corresponde dar normas obligatorias para todos, sobre materia Liturgica... Sin embargo, el Obispo debe tener siempre presente que no se quite la libertad prevista en las Normas de los Libros Liturgicos, adaptando la Celebración de modo inteligente, sea a las circunstancias Pastorales, para que todo el Rito Sagrado Universal este verdaderamente acomodado al carácter de los fieles - (15).


PARTE PRIMERA

ASPECTOS DOCTRINALES DEL SACRAMENTO

  

NECESIDAD DE CONFIRMAR EL DOGMA DE LA TRANSUBSTANCIACION 

9 - Hoy, en este momento de la Historia de la Iglesia, vemos con gran urgencia confirmar la Fe de la Presencia Real de Jesucristo íntegramente contenida en las Especies Eucarísticas del Pan y del Vino por la gracia de la Transubstanciación, confirmando que - Cristo, habiendo tomado el pan y habiéndolo distribuido a sus discípulos, lo hizo su Cuerpo, al decir: esto es Mí Cuerpo - (16). Porque Cristo, nuestro Redentor, dijo que lo que ofrecía bajo la especie de pan era verdaderamente su Cuerpo, se ha mantenido siempre en la Iglesia esta convicción… [que la] Consagración del Pan y del Vino, se opera la conversión de toda la substancia del Pan en la substancia del Cuerpo de Cristo y de toda la substancia del Vino la substancia de su Sangre -(17). 

10 - La presencia eucarística de Cristo comienza en el momento de la consagración y dura todo el tiempo que subsistan las especies eucarísticas. Cristo está todo entero presente en cada una de las especies y todo entero en cada una de sus partes, de modo que la fracción del pan no divide a Cristo - (18). Podemos aclamar junto con San Agustín, que – en la mesa del Señor es pan y vino, al añadirles la palabra, se convierten en el Cuerpo y Sangre de Cristo. Si quitas la palabra es pan y vino; añades la palabra y ya son otra cosa, y esta otra cosa es el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Quita la palabra, y es pan y vino; añade la palabra, y se hace Sacramento – (19). 

11 - No podemos negar ni dudar lo que el Magisterio de la Iglesia con sapientísimo empeño ha declarado para salud de las almas de todos los tiempos, iluminada por el Espíritu Santo que le fue prometido al afirmar que - Su Cuerpo y su Sangre están verdaderamente contenidos en el Sacramento del Altar bajo las formas de pan y vino, habiendo sido trabsustanciados en el pan y en el vino, por el poder de Dios, en su Cuerpo y en su Sangre - (20).

12 - Es necesario acrecentar la Fe de los Fieles en este Misterio sublime que sostiene a la Iglesia, no solo con la Palabra, sino con el Testimonio de una Celebración íntegra, sin mancha de abusos ni interlocuciones innecesarias y profanas, de lo contrario, y es necesario que lo afirmemos con el máximo rigor, no podremos alimentar a los fieles con la Fe de esta Presencia Real e indivisible de Cristo en medio de su Iglesia por la materia sensible del Sacramento del Altar, podemos hacer nuestras las palabras del Doctor Angélico al decir: - La Presencia del Verdadero Cuerpo de Cristo y de la Verdadera Sangre de Cristo en este Sacramento, no se conoce por los sentidos, sino por la fe, la cual se apoya en la Autoridad de Dios - (21), así mismo, San Cirilo de Alejandría declara: - No te preguntes si esto es verdad, sino acoge más bien con fe las palabras del Salvador, porque Él, que es la Verdad, no miente - (22).

13 - Todo esto es menester de todo Cristiano asociado al Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia, esposa y depositaria de la Gracia Sacramental de Cristo, que deba ser creído de manera firme para no ser rama mutilada carente de la divina sapiensa que nos viene del Evangelio y que la Tradición Indefectible nos ha legado desde los Apóstoles a las manos de los Padres Apostólicos que no dudaron en elevar sus Cátedras con elocuencia para defender este Misterio del cual se sostiene la Iglesia al afirmarnos sin vacilación que - Así como el pan terreno recibiendo la invocación de Dios no es ya el acostumbrado pan, sino la Eucaristía, compuesta de dos elementos, terreno y celeste, así también nuestros cuerpos recibiendo la Eucaristía no son ya corruptibles, teniendo la esperanza de la resurrección - (23), - Estemos bien persuadidos de que esto no es lo que la naturaleza ha producido, sino lo que la bendición ha consagrado, y de que la fuerza de la bendición supera a la de la naturaleza, porque por la bendición la naturaleza misma resulta cambiada...La palabra de Cristo, que pudo hacer de la nada lo que no existía, ¿no podría cambiar las cosas existentes en lo que no eran todavía? Porque no es menos dar a las cosas su naturaleza primera que cambiársela - (24).

14 - La Iglesia es llamada a la Fidelidad en la Palabra misma de Su Señor que nos dijo: - Yo Soy el Pan Vivo Bajado del cielo… el pan que Yo les voy a dar es mi Carne para que el mundo tenga vida – (25). Y esto ha de cumplirlo con exactitud hasta el retorno glorioso del Señor al final de la Historia.

 

LA EUCARISTIA: SACRIFICIO PERPETUO

15 - Y este Sacramento con el cual palpita como que es su propio Corazón del cual manan todas las gracias del Sacrificio de la Cruz, porque es su Memoria Incruenta hasta la consumación de los Siglos, un Único y Eterno Sacrificio de Propiación. Es el Espíritu Santo que nos fue Prometido quien por la acción Sacramental de la Iglesia, por la imposición de las manos del Ministro Ordenado - Alter Christus -, Cristo Señor es ofrecido al Padre como Cordero sin mancha degollado en el Altar de la Cruz. Cristo ofrece su vida para rescatarnos del pecado, pues con su muerte expia nuestros pecados y es él mismo quien se ofrece al Padre y une su sacrificio al nuestro.

16 - En la Eucaristía, podemos ofrecer un Sacrificio digno a Dios, el Único agradable, porque fue instituido por Cristo, no es obra humana, sino Divina que penetra en la materia humana y la diviniza. El Hombre se une al Sacrificio, es el Sacerdote quien lo ofrece por sí mismo y sus pecados, y de ahí en nombre de los fieles que participan por las aguas del bautismo del Don de la Cruz: la Redención. Cristo, ofrecido una sola vez como Sacerdote y Víctima, - él penetro en el tabernáculo más perfecto que esta en el cielo, el cual no fue hecho por manos humanas, ni forma parte del mundo creado… Con su propia Sangre entró en el lugar santo una sola vez y para siempre y aseguró nuestra redención eterna (26). 

17 - El Sacrificio de la Cruz, es el cumplimiento de las antiguas figuras, del sacrificio de Abraham, el sacrificio de los corderos pascuales del Pueblo esclavizado en Egipto, que a diferencia de ellos, era necesario repetir tantas veces fuera necesario, y en la Cruz, fue un solo Sacrificio que se prolonga a lo largo de la Historia en el Altar. - Cuantas veces se renueva en el altar el Sacrificio de la Cruz… se realiza la obra de nuestra Redención - (27). - El carácter sacrifical de la Eucaristía se manifiesta en las palabras mismas de la Institución: “Este es Mí Cuerpo que será entregado por vosotros” y “está copa es la Nueva Alianza en Mí Sangre, que será derramada por vosotros” (28) (29).

18 - (Cristo), nuestro Dios y Señor [...] se ofreció a Dios Padre [...] una vez por todas, muriendo como intercesor sobre el altar de la cruz, a fin de realizar para ellos (los hombres) la redención eterna. Sin embargo, como su muerte no debía poner fin a su sacerdocio (30), en la última Cena, "la noche en que fue entregado" (31), quiso dejar a la Iglesia, su esposa amada, un sacrificio visible (como lo reclama la naturaleza humana) [...] donde se representara el sacrificio sangriento que iba a realizarse una única vez en la cruz, cuya memoria se perpetuara hasta el fin de los siglos (31) y cuya virtud saludable se aplicara a la remisión de los pecados que cometemos cada día (32).

19 - El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son, pues, un único sacrificio: "La víctima es una y  la misma. El mismo el que se ofrece ahora por el ministerio de los sacerdotes, el que se ofreció a sí mismo en la cruz, y solo es diferente el modo de ofrecer" (33). "Y puesto que en este divino sacrificio que se realiza en la misa, se contiene e inmola incruentamente el mismo Cristo que en el altar de la cruz "se ofreció a sí mismo una vez de modo cruento"; […] este sacrificio [es] verdaderamente propiciatorio" (34).

 

LA EUCARISTIA: SACRIFICIO DE LA IGLESIA

20 -  La Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, participa en la ofrenda de su Cabeza. Con Él, ella se ofrece totalmente. Se une a su intercesión ante el Padre por todos los hombres. En la Eucaristía, el sacrificio de Cristo se hace también el sacrificio de los miembros de su Cuerpo. La vida de los fieles, su alabanza, su sufrimiento, su oración y su trabajo se unen a los de Cristo y a su total ofrenda, y adquieren así un valor nuevo. El sacrificio de Cristo presente sobre el altar da a todas las generaciones de cristianos la posibilidad de unirse a su ofrenda (35).

21 - El Sacrificio del Altar, une de manera perfecta a la Iglesia en toda su amplitud y esencia. - A la ofrenda de Cristo se unen no sólo los miembros que están todavía aquí abajo, sino también los que están ya en la gloria del cielo: La Iglesia ofrece el Sacrificio Eucarístico en comunión con la santísima Virgen María y haciendo memoria de ella, así como de todos los santos y santas. En la Eucaristía, la Iglesia, con María, está como al pie de la cruz, unida a la ofrenda y a la intercesión de Cristo (36). Es también ofrecido por los fieles difuntos - que han muerto en Cristo y todavía no están plenamente purificados - (37), para que puedan entrar en la luz y la paz de Cristo. La Tradición Apostólica nos deja testimonio de ello: - A continuación oramos (en la anáfora) por los santos padres y obispos difuntos, y en general por todos los que han muerto antes que nosotros, creyendo que será de gran provecho para las almas, en favor de las cuales es ofrecida la súplica, mientras se halla presente la santa y adorable víctima […] Presentando a Dios nuestras súplicas por los que han muerto, aunque fuesen pecadores […], presentamos a Cristo inmolado por nuestros pecados, haciendo propicio para ellos y para nosotros al Dios amigo de los hombres (38).

22 - San Agustín nos alecciona de una manera perenne como la Iglesia se une en todos los tiempos por medio del Único Sacrificio: - Esta ciudad plenamente rescatada, es decir, la asamblea y la sociedad de los santos, es ofrecida a Dios como un sacrificio universal […] por el Sumo Sacerdote que, bajo la forma de esclavo, llegó a ofrecerse por nosotros en su pasión, para hacer de nosotros el cuerpo de una tan gran Cabeza […] Tal es el sacrificio de los cristianos: "siendo muchos, no formamos más que un sólo cuerpo en Cristo" (Rm 12,5). Y este sacrificio, la Iglesia no cesa de reproducirlo en el Sacramento del altar bien conocido de los fieles, donde se muestra que en lo que ella ofrece se ofrece a sí misma - (39).

23 - Cristo Cabeza une, en todos los tiempos por la excelsitud de su Sacrificio a todo el cuerpo en sus Miembros: la Iglesia Triunfante, la Iglesia Peregrina y a la Iglesia Purgante para que ofrezca si cesar el Sacrificio sin mancha hasta la Hora decisiva de su Retorno Glorioso.

 

FINES DEL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA

24 - Si alguno dijere que el sacrificio de la Misa sólo es de alabanza y de acción de gracias, o mera conmemoración del sacrificio cumplido en la cruz, pero no propiciatorio; o que sólo aprovecha al que lo recibe; y que no debe ser ofrecido por los vivos y los difuntos, por los pecados, penas, satisfacciones y otras necesidades, sea anatema (40).

25 - El Sacrificio de la Santa Misa se ofrece a Dios para cuatro fines: 1º., para honrarle como conviene, y por esto se llama latréutico; 2º., para agradecerle sus beneficios, y por esto se llama eucarístico; 3º., para aplicarle, para darle alguna satisfacción de nuestros pecados y para ofrecerle sufragios por las almas del purgatorio, por lo cual se llama propiciatorio; 4º., para alcanzar todas las gracias que nos son necesarias, y por esto se llama impetratorio (41).

26 – Latréutico, porque el sacrificio de la Misa rinde a Dios una adoración absolutamente digna de Él. Con una Misa le damos a Dios todo el honor que se le debe, más aún por encima de la gloria que le propician todos los ángeles y justos, inclusive la Santísima Virgen por toda la Eternidad. Glorificación al Padre: con Cristo, en Cristo y por Cristo.

27 - Propiciatorio, porque ofrecemos a Dios el sacrificio mismo que nos trajo el perdón de los pecados, La reparación no puede entenderse sin un amor que nos identifica con el Padre y nos identifica con los hombres. No puede entenderse sin un amor que es sensible a la ofensa del Padre y sen- sible, también, al mal de los hombres y al pecado. Cuando esa ofensa llega al alma de Cristo, nos debe llegar al alma a nosotros. Po nuestros méritos humanos, no podemos saldar la totalidad de la pena merecida a consecuencia del pecado personal, es por ello que la Iglesia ofrece por medio del ministro el Sacrificio agradable, víctima pura que ha soportado sobre sí todo el peso de la culpa en lugar nuestro. La Misa ofrece a Cristo mismo al Padre y por medio de sus Llagas es que somos sanados (42). Porque en este Divino Sacrificio, que se realiza en la Misa, está contenido e inmolado de manera incruenta el mismo Cristo que se ofreció una vez a sí mismo de manera cruenta sobre el Altar de la Cruz, el santo Concilio enseña que este Sacrificio es verdaderamente propiciatorio (43).

28 - Acción de Gracias. Es esencial al culto de Dios darle gracias por los beneficios recibidos. El don de valor infinito que se ofrece en la Misa, Jesucristo mismo, y el acto de amor infinito con que se ofrece, y nosotros con Cristo, unidos a Él en caridad, son la mejor acción de gracias. En el sacrificio del altar, Jesucristo está animado de los mismos sentimientos de agradecimiento que lo abrazaron durante la pasión, en la santa Cena y sobre el Calvario. El don que Él presenta a su Padre por todos los beneficios dados al género humano es, como sobre la cruz, su Cuerpo nobilísimo y su Sangre preciosísima. La Santa Misa es, entonces, un sacrificio de acción de gracias excelente e infinitamente agradable a Dios, en compensación por todos los beneficios divinos de los cuales el cielo y la tierra están repletos. El mismo Jesucristo ofrece el sacrificio eucarístico para agradecer de nuevo por nosotros y suplir las imperfecciones de nuestro reconocimiento.

29 - Impetratorio, Pedimos, por la ofrenda del Sacrificio, por la oblación del Sacrificio, las gracias que nos son necesarias temporales y espirituales para vivir cristianamente. De una manera especial la perseverancia final.


DEL MINISTRO DE LA CONSAGRACION Y LA DISTRIBUCION

30 - Sólo pues el Sacerdote debidamente ordenado es el ministro ordinario de la consagración de la Eucaristía; y así consagra válidamente, aunque sea hereje, o esté excomulgado, o degradado; porque, aunque peque gravemente, retiene siempre la potestad de orden (44). Así, pues, se comprende que el Ministro en el Grado del Episcopado es el primero en Ofrecer el Sacrificio y que es él, quien comunica la gracia al Presbítero para que pueda ser participe del grado de ofrecimiento. Este mismo Sacramento que imprime carácter indeleble en el alma, es requerido para que se produzca de facto el hecho Sacramental del Sacrificio Eucarístico, que con necesidad de Sacramento se requiere intención actual o virtual de hacer lo que la Iglesia hace. Con necesidad de precepto debe tener dos disposiciones. Una de parte del alma, y otra de parte del cuerpo. Por parte del alma se requiere, que tenga una certeza moral de no hallarse agravada su conciencia con culpa mortal, o de que está en gracia. Si se hallase reo de culpa grave, o duda prudentemente de ello, debe disponerse por medio de la Confesión, por el precepto divino: probet autem se ipsum homo. Lo mismo deberá hacer si se acordare. Por parte del cuerpo se requiere por precepto eclesiástico, que esté en ayuno natural.

31 – Ha de conocer que a dos probables distribuyentes existen de las Especies Consagradas, un ordinario y un extraordinario a conocer: El ordinario es sólo el Sacerdote, en quien, para lo lícito, se requiere tenga jurisdicción en los que se la administra, o consentimiento, a lo menos presunto, del propio pastor, como regularmente lo hay por la costumbre, a no ser para la comunión pascual o para el Viático. El ministro extraordinario es el Diácono, que omo más próximo al Sacerdote repartía al pueblo la Eucaristía en ambas especies, en los primeros siglos. Al presente sólo puede administrarla en la de pan por comisión del Obispo o Párroco habiendo causa justa; como si el Sacerdote estuviese enfermo y no hubiese otro que el Diácono. Con más razón podrá hacerlo en el artículo de la muerte, ministrándosela a sí o a otros, no habiendo Sacerdote que lo haga, o no queriendo éste hacerlo.

32 - En realidad, el sacerdocio ministerial o jerárquico, el sacerdocio de los Obispos y de los Presbíteros y, junto a ellos, el ministerio de los Diáconos - ministerios que empiezan normalmente con el anuncio del evangelio - están en relación muy estrecha con la Eucaristía. Esta es la principal y central razón de ser del Sacramento del sacerdocio, nacido efectivamente en el momento de la institución de la Eucaristía y a la vez que ella (45). No sin razón las palabras «Haced esto en conmemoración mía» son pronunciadas inmediatamente después de las palabras de la consagración eucarística y nosotros las repetimos cada vez que celebramos el Santo Sacrificio (46).


PARTE SEGUNDA

NECESIDAD DE UNA AUTENTICA FORMACION LITURGICA

 

AUTENTICA ENSEÑANZA DEL CONCILIO VATICANO II

33 - La santa madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la Liturgia misma y a la cual tiene derecho y obligación, en virtud del bautismo, el pueblo cristiano, "linaje escogido sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido" (47); no se puede esperar que esto ocurra, si antes los mismos pastores de almas no se impregnan totalmente del espíritu y de la fuerza de la Liturgia y llegan a ser maestros de la misma, es indispensable que se provea antes que nada a la educación litúrgica del clero (48).

34 - La reglamentación de la sagrada Liturgia es de competencia exclusiva de la autoridad eclesiástica… en la medida que determine la ley, en el Obispo (49). Por lo mismo, nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la Liturgia (50). 

35 - Esta Reforma que ahora Nos buscamos implementar, no lleva el sentido de tomar partidos ni de suplantar lo que atañe legítimamente a la Sede Apostólica, sino retomar lo que auténticamente ha manifestado el Concilio Vaticano II y una autentica interpretación y practica del mismo, por - El celo [de] promover y reformar la sagrada Liturgia… con razón, como un signo de las disposiciones providenciales de Dios en nuestro tiempo, como el paso del Espíritu Santo por su Iglesia, y [que] da un sello característico a su vida, e inclusive a todo el pensamiento y a la acción religiosa de nuestra época - (51).

36 - No podemos tratar aun el mismo Concilio desde el - espíritu - interpretativo de arbitrariedad que penosamente impera en la Iglesia, promovido por una pésima interpretación del mismo Concilio, aislado de los Concilios y el Magisterio precedente, por el contrario, es urgente retomar la Autentica Letra del Concilio y lo que los mismos Padres Conciliares plasmaron en él. No nos oponemos al Concilio, y es necesario advertirlo y no solo eso, sino además censurar con toda caridad a quien se empeña y prodigar que nos oponemos al Magisterio del Concilio Pastoral.

37 - Los Sacramentos, NO pertenecen a los Obispos, ni al Papa, son las acciones de Cristo en favor de la Iglesia, la Iglesia es depositaria del Misterio de Cristo, la Jerarquía es custodia de la Tradición que Cristo entrego a los Apóstoles y que, en nosotros, sus Sucesores, estamos obligados a transmitir fielmente por encima de las opiniones y las practicas arbitrarias que podemos concebir. - Los sacramentos están ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del Cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios; pero, en cuanto signos, también tienen un fin pedagógico. No sólo suponen la fe, sino que, a la vez, la alimentan, la robustecen y la expresan por medio de palabras y de cosas… han sido instituidos para alimentar la vida cristiana - (52). Las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia, que es "sacramento de unidad", es decir, pueblo santo congregado y ordenado bajo la dirección de los Obispos (53).


PARTE TERCERA

NECESIDAD DE UNA AUTENTICA REFORMA LITURGICA

 

38 – No es para nada especulativo por parte Nuestra y de no pocos fieles, los cambios que la Sagrada Liturgia ha venido sufriendo con las reformas del Concilio Vaticano II hace poco más de cincuenta años, y muchas de ellas con estupefacción, otras con amargura y no podemos menos que decir que otras con desconcierto de lo que vemos, principalmente en la práctica, que lejos de elevar a las almas a un mejor y mayor conocimiento de las cosas sagradas y buscar una mejor participación activa de los fieles en la vida litúrgica de la Iglesia, más son los pasos que distorsionan los Misterios Sagrados que los hacen más comprensibles creando un ambiente de no pocos escándalos y un alejamiento cada vez más paulatino de la vida cristiana activa en el Apostolado de la Iglesia. 

39 - Es en ello que comprendemos que las Rúbricas, no son un conjunto de meros ritualismos rigurosos, sino una verdadera pauta, podemos decirlo, la medula espinal para una correcta y digna practica que complemente la Lex Orandi de la Iglesia manifestada en el Culto de Adoración que la Iglesia ejerce con toda su autoridad y que a lo largo de los siglos, la Iglesia, con esmerado trabajo ha desempeñado para rendir a la Trinidad el servicio Pastoral digno de Adoración y de Alabanza en su peregrinar en todo el orbe. 

40 - En atención a todo ello, sopesando las circunstancias actuales por la camina el Cuerpo de Cristo, y de manera especial a la porción del Pueblo de Dios a Nos encomendado, es que hemos considerado diligentemente el emprender trabajos de una - Reforma Litúrgica -, no en lo que atañe a la creación de Ritos, sino por lo contrario, salvaguardando la auténtica Tradición Litúrgica, sin introducir innovaciones sin - una utilidad verdadera y cierta de la Iglesia - (54).

 

CONSERVACION DE LOS RITOS TRADICIONALES 

41 - Desde tiempo inmemorial, y también para el futuro, es necesario mantener el principio según el cual, «cada Iglesia particular debe concordar con la Iglesia Universal, no sólo en cuanto a la doctrina de la fe y los signos sacramentales sino también en cuanto a los usos universales aceptados por la tradición apostólica y continua. Éstos han de observarse no sólo para evitar errores, sino también para transmitir la integridad de la fe y para que la ley de la oración de la Iglesia se corresponda a su ley de la fe (55).

42 - Es un error pretender crear una división en la lex credendi (Ley de Fe) de la Iglesia y la lex celebrandi (Ley de Celebración), cuando son intrínsecamente unidas e inseparables, la vivencia de la Celebración lleva a la consecuencia de la fe que se profesa, una práctica litúrgica enfermiza, desencadena a un decaimiento de la fe misma, porque la fe se nutre al Celebrar activamente el Misterio de Cristo. Empero ello, es no solo necesario, sino urgente volver a recordar al Pueblo de Dios la Sacralidad de los Misterios que se reviven de un modo particular en las acciones litúrgicas, incluso con sus características especiales, respetando cabalmente las Formas y las Materias que son por Ley inalterables, y que en ello lleva el Sacramento el peso total de su validez en la Intención de la Iglesia por iluminación del Espíritu Santo y el Magisterio Infalible que hemos recibido. 

43 - Han de conservarse los Libros Litúrgicos, especialmente en la materia del Santo Sacrificio de la Misa, con Supremacía el Misal Tradicional Promulgado conforme a la Reforma de 1962 por el Papa Juan XXIII. Sin desdeñar para la práctica Pastoral el Misal Promulgado por el Papa Pablo VI en 1969.


PARTE CUARTA

PRACTICA CELEBRATIVA EN LA ADMINISTRACION APOSTOLICA

+ CORPUS CHRISTI +

  

44 -Mandamos, pues, la revisión del Ordo Missae conforme a la Reforma Litúrgica de 1965, para uso especial dentro de la Administración Apostólica que Nos encabezamos. Que, a tenor de lo establecido por la Constitución Litúrgica del Concilio, cumple de manera más esencialmente apegada, en lo concerniente a la Revisión del Misal de Rito Latino. En consonancia con la mente de los Padres Conciliares.

 

RESTAURACION DE LA POSICION - AD ORIENTEM - DE LA MISA 

45 - En la Misa, Cristo nos une a Sí en la ofrenda que hace de Sí mismo, en sacrificio al Padre por la redención del mundo. Nosotros podemos ofrecernos de esta forma en Él, porque hemos sido hechos miembros de Su Cuerpo por el Bautismo. Todos los fieles ofrecen el Sacrificio Eucarístico como miembros del Cuerpo de Cristo. Es incorrecto pensar que sólo el sacerdote ofrece la Misa. Todos los fieles tienen parte en la ofrenda, si bien el sacerdote tiene un rol único. Él lo hace “en la Persona de Cristo” Cabeza del Cuerpo Místico, por lo que en la Misa es el Cuerpo entero de Cristo, la Cabeza y los miembros, que juntos hacen la ofrenda.

46 - Desde los primeros tiempos, la posición del sacerdote y del pueblo reflejaron esta comprensión de la Misa, dado que la gente oraba, de pie o de rodillas, en el lugar que visiblemente correspondía al Cuerpo de Nuestro Señor, mientras que el sacerdote, en el altar, encabezaba [la oración] como Cabeza. Formamos el Cristo total – Cabeza y miembros – tanto sacramentalmente por el Bautismo como visiblemente por nuestra posición y postura. Igual de importante es que todos – el celebrante y la congregación – miraban hacia la misma dirección, dado que estaban unidos con Cristo en la ofrenda del Sacrificio único, irrepetible, y aceptable al Padre. Cuando estudiamos las prácticas litúrgicas más antiguas de la Iglesia, encontramos que el sacerdote y el pueblo miraban en la misma dirección, usualmente hacia el oriente, previendo que cuando Cristo regresara, lo haría “desde el este”. En la Misa, la Iglesia se mantiene en vigilia, esperando este regreso. Esta simple posición es llamada “ad orientem”, que significa “hacia el este” (56). 

47 - Es necesario catequizar a los Fieles el sentido rico en esencia de este signo, que no es - dar la espalda -, como vulgarmente se interpreta, sino hacer conciencia de la riqueza del signo, pues como Iglesia Peregrina, caminamos hacia Cristo, especialmente en el Sacramento del Altar, donde el Celebrante, como Pastor y Cabeza guía al rebaño del Pueblo de Dios.

  

LENGUA LITURGICA 

48 - Ha de guardarse el uso de la Lengua Latina en los Ritos celebrados, salvo por dispensa ha de usarse en lengua vulgar. Las traducciones de los Textos Litúrgicos han de ser tomados íntegramente de los Libros Litúrgicos aprobados y utilizados previa Licencia e Imprimátur del Ordinario.

49 - En las Misas celebradas con asistencia del pueblo puede darse el lugar debido a la lengua vernácula, principalmente en las lecturas… y, según las circunstancias del lugar, también en las partes que corresponden al pueblo; sin embargo, que los fieles sean capaces también de recitar o cantar juntos en latín las partes del ordinario de la Misa que les corresponde (57). 

50 - En lo que respecta al Oficio Sacerdotal, guarden debidamente los Ministros íntegramente la Fórmula Consecratoria en lengua latina, con la finalidad de realzar el Misterio de la Transubstanciación conforme al texto sobre la Consagración del Pan:

 

Hoc Est Enim Corpus Meum

 

Y lo respecto a la Consagración del Vino:

 

Hic est enim Calix Sanguinis mei,

novi et æterni testamenti: Mysterium Fidei:

qui pro vobis et promultis effundetur

in remissionem peccatorum

 

51 - Todo esto, habrá de darse paulatinamente en unidad con los Fieles y darlo al estudio de los Seminaristas de la Administración, para que sean competentes y capaces en todas estas materias.

 

SIGNOS QUE HABLAN DE LA PRESENCIA REAL

52 - Desde el momento en que el sacerdote pronuncia las palabras de la Consagración sobre la Sagrada Hostia, conserva el dedo índice y el pulgar juntos, y cuando eleva el cáliz, vuelve las hojas del misal o abre el sagrario, su pulgar e índice no se separan, no tocan nada sino la Sagrada Hostia. También es digno de notar que nunca se deja la Sagrada Hostia sobre el altar para caminar por las naves de la iglesia (especialmente antes que los dedos hayan sido purificados), para dar la mano a la gente en una muestra torpe de forzada familiaridad. 

53 - Los dedos del sacerdote se lavan sobre el cáliz con agua y vino, luego de la Comunión, para ser consumidos reverentemente, para asegurar que la menor partícula no sea susceptible de profanación.

  

SOBRE LA SAGRADA COMUNION

54 - Se recomienda especialmente la participación más perfecta en la misa, la cual consiste en que los fieles, después de la comunión del sacerdote, reciban del mismo sacrificio el Cuerpo del Señor (58), ha de tener presente el Celebrante, no actuar contra lo que la Iglesia enseña ni actuar en detrimento de la fe y de la salvación de las almas. Por tanto, no ose el Ministro incurrir en sacrilegio administrando la Sagrada Comunión de manera indigna, para lo cual a ninguno le es lícito, ni administrar ni recibir en la mano las Especies Eucarísticas, sino como se ha mantenido desde tiempos inmemoriales, de rodillas y en la boca, sea bajo la sola especie del Santísimo Cuerpo o bajo ambas especies del Sagrado Cuerpo y de la Preciosa Sangre. 

55 - Solo es lícito al Sacerdote tocar el Santísimo Sacramento, conforme la enseñanza del Doctor Angélico por tres razones elementales:

Primera, porque él consagra en la persona de Cristo. Pero como Cristo consagró Su Cuerpo en la (Ultima) Cena, así también Él lo dio a otros para ser compartido con ellos. En consecuencia, como la consagración del Cuerpo de Cristo corresponde al sacerdote, igualmente su distribución corresponde a él. 

Segunda, porque el sacerdote es el intermediario designado entre Dios y el pueblo, por lo tanto, corresponde a él ofrecer los dones del pueblo a Dios. Así, corresponde a él distribuir al pueblo los dones consagrados. 

Tercera, porque por reverencia a este Sacramento, nada lo toca sino lo que está consagrado, ya que el corporal y el cáliz están consagrados, e igualmente las manos del sacerdote para tocar este Sacramento. Por lo tanto, no es lícito para nadie más tocarlo, excepto por necesidad, por ejemplo, si hubiera caído en tierra o también el algún otro caso de urgencia (59). 

56 - Tenga en cuenta el Ministro que ose atentar contra la Sacralidad del Santísimo Sacramento atreviéndose a darlo en la mano o a pecadores públicos impenitentes, a tenor de lo que el Ordinario establezca, se hace reo de ser suspendido por un plazo de 15 a 30 días naturales sin posibilidad de Celebrar Públicamente el Sacrificio Eucarístico, conociendo además, que si reitera en ello, no ha de tener el Ordinario consideración para proclamar públicamente la Excomunión del Ministro. 

57 - Así mismo, bajo las penas antes mencionadas en el numeral 56 de esta Constitución, habrá de abstenerse tajantemente al nombramiento de - ministros - laicos para la distribución de la Sagrada Comunión, tanto compete exclusivamente al Sacerdote y al Obispo de manera ordinaria y al Diacono de manera extraordinaria por su dependencia dentro del Orden Sagrado.

  

CONCLUSIONES 

58 - Todas y cada una de las nociones aquí contenidas en esta Constitución Episcopal, no son fruto del invento y agregado que Nos podamos concebir, sino, ante todo, salvaguardando la integridad del Magisterio de la Santa Madre Iglesia UNA, CATOLICA Y APOSTOLICA, censuramos, pues, con Nuestra Autoridad a todo aquel que ose levantarse falto a toda caridad y verdad, quien dijere que hemos buscado una adecuación a la medida del egoísmo con una visión casi sectaria del ámbito eclesial. Por el contrario, el primer deber del Obispo como Sucesor de los Apóstoles es observar, conservar y enseñar todo cuanto recibido.

59 - Queremos, además, que cuanto hemos establecido y prescrito tenga fuerza y eficacia ahora y en el futuro, sin que obste nada en contrario.

  

Dado en la Ciudad de Mexicali, Baja California, México a los XXIX días del mes de junio del Año del Señor MMXXII. Solemnidad de los Bienaventurados Apóstoles San Pedro y San Pablo. Primero de Nuestro Episcopado.

 

 

 

Yo, Mauricio, por la Gracia de Dios

Obispo de la Iglesia Católica

Administrador Apostólico de la

Administración Apostólica Personal + Corpus Chisti +

 

 _____________________________________

1) Instr. Redemptoris Sacramenctum, 1

2) Encl. Ecclesia de Eucharistia, 1

3) Decr. Presbyterorum Ordinis, 5

4) Lc. 22, 19

5) Mt. 26, 26; Lc. 22, 19; 1 Co. 11, 24

6) Mc. 14, 24; Lc. 22, 20; 1 Co. 11, 25

7) 1 Tim. 2, 5

8) Enc. Mediator Dei, 1

9) Enc. Mediator Dei, 2; Cfr. Heb. 4, 14

10) Conc. Tridentino, Ses. 22 C.L.

11) Enc. Mediator Dei, 18

12) Enc. Mediator Dei, 25

13) Enc. Mediator Dei, 27

14) Decr. Christus Dominus, 15; Sacrisanctum Concilium, 41

15) Concilium ad Exseq. Const. Litur., Dubium: Notitiae, 1 (1965) p. 254; Cfr. Instr.

      Redemptoris Sacramenctum, 21

16) Tertuliano contra Marción, L. 4 c. 40

17) Conc. Tridentino DS, 1642; Catecismo de la Iglesia Católica, 1376

18) Conc. Tridentino DS, 1641; Catecismo de la Iglesia Católica, 1377

19) Sermón 6, 3 (Siglo IV)

20) Conc. de Letrá, (Año 1215)

21) Santo Tomás de Aquino, s. th. 3, 75, 1

22) San Cirilo de Alejandría, Commentarius in Lucam 22, 19

23) San Irineo de Lyon, Contra las Herejías IV, 18, 4 - 5

24) San Ambrosio de Milán, Myst. 9, 50 - 52

25) Jn. 6, 51

26) Heb. 9, 11 - 12

27) Lumen Gentium, 3

28) Lc. 22, 19 - 20

29) Catecismo de la Iglesia Católica, 1365

30) Hb 7,24.27

31) 1 Co 11,23

32) Conc. Tridentino: DS 1740

33) Conc. Tridentino: DS 1743

34) Ibíd

35) Catecismo de la Iglesia Católica, 1368

36) Catecismo de la Iglesia Católica, 1370

37) Conc. Tridentino: DS 1743

38) San Cirilo de Jerusalén, Catecheses mistagogicae 5, 9.10

39) San Agustín, De civitate Dei 10, 6

40) Can. 3 Cap. 9 Ses. XXII Concilio de Trento; 1753 DS

41) Catecismo mayor de S. Pío X cuestión 660; parte cuarta de los sacramentos,

      capítulo V - 1º

42) Is. 53, 5

43) Denz. 940 

44) S. Tom. 3 p. q. 82. art. 7 y 8

45) Conc. Ecum. Tridentino, sesión XII, can. 2: Conciliorum Oecumenicorum Decreta, 3a ed.,

      Bologna, 1973, p. 735.

46) Una Liturgia eucarística etiópica, con motivo de tal precepto del Señor, recuerda:

      los Apóstoles «han establecido, para nosotros, Patriarcas, Arzobispos, Presbíteros

      y Diáconos con el fin de celebrar el rito de tu Iglesia Santa»: Anaphora S. Athanasii:

     Prex Eucharistica, Haenggi-Pahl, Fribourg (Suisse), 1968, p. 183.

47) 1 Pe., 2,9; cf. 2,4-5

48) Sacrosanctum Concilium, 14

49) Sacrosanctum Concilium, 22, 1

50) Sacrosanctum Concilium, 22, 3

51) Sacrosanctum Concilium, 43

52) Sacrosanctum Concilium, 59

53) Sacrosanctum Concilium, 26

54) Sacrosanctum Concilium, 23

55) Motu Proprio Summorum Pontificum - Benedicto XVI; Ordenación General del Misal

      Romano, 3ª ed. 2002, n. 397.

56) Mons. Edward Slattery de Tulsa

57) Sacrosanctum Concilium, 54

58) Sacrosanctum Concilium, 55

59) Summa, III, Q. 82, Art. 13

 

 


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