Exhortación Apostólica - Eucharistia: Corde et Vitae -
1 La Eucaristía, es el corazón y la vida de la Iglesia. Atentamos contra ella, la Iglesia comienza a dar gritos de agonía, si bien es cierto, ella permanecerá hasta la Venida Gloriosa del Señor; en el Santísimo Sacramento podemos gozar de una manera visible esa continua permanencía de la Presencia Real de Jesucristo, donde se cumple aquella promesa: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 20). Es en la Eucaristía, donde podemos experimentar aquí en la tierra, del estar cerca y en intimidad con el Señor Resucitado.
2 Este Sacramento de la Caridad Divina, expresa de manera plena la permanencía y preocupación del Señor para no abandonarnos en este peregrinaje hacia la Casa Paterna, Institución que comenzo en el Cenáculo, y llevo a su plenitud en el Calvario, en aquel momento que se ofrecía al Padre como Sacrificio para derramar sobre toda la humanidad el torrente de su Misericordia y de su Gracia. Al ser traspasado, abrió para todos los creyentes la puerta de la Santidad, al darnos su Preciosa Sangre, no solo como una fuente de purificación, sino como bebida de Vida Eterna.
3 El Supremo Sacrificio de la Cruz, celebrado incruentamente hasta el fin de todos los siglos, es la Oblación Unica y Perfecta que satisface al Padre en su Gloria para detener sobre nosotros el peso de su Mano Justa que debería poner no solo orden, sino final a la corrupción del mundo, y sin embargo, sobre el altar, el Padre lleno Gloria, vuelve a contemplar el Calvario y a su Divino Hijo tendido, elevando rogativas a favor de toda la humanidad, muestra sus Llagas y su Sangre derramándola sobre los Hombres para justificarlos, así como en Egipto el mismo Padre Celestial mandaba a Moisés marcar las jambas y los dinteles de las puertas de Israel como señal de Salvación, así en la Eucaristía, es Jesucristo mismo quien nos marca con su Sangre para liberarnos de la Justa Cólera Divina.
4 En la Cruz, ofreció su Cuerpo para que sobre él, fuera descargada toda la pena que nosotros debieramos haber padecido a causa de nuestras iniquidades y pecados, él, como Cordero manso y humilde, toma nuestro lugar para expiar las penas merecidas. Hoy, en la Eucaristía, este mismo Cuerpo se nos entrega en alimento para el duro camino que debemos atravesar, camino de lágrimas y dolores, de caídas y levantos. Así como en lo humano es necesario el alimento material, así también él, nos alimenta con su Propio Cuerpo. Verdadero Alimento y con su Sangre, Verdadera Bebida.
5 Los Sumos Sacerdotes hicieron desprecio de esta Sangre y este Cuerpo: “Su Sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos” (Mt. 27, 25), este grito de desprecio ha pesado a lo largo de los siglos contra ellos y su descendencia, y sin embargo, hoy nosotros clamamos esta Sangre Preciosa sobre nosotros para ser liberados y redimidos, para ser saciados mientras las migajas del mundo solo nos dejan hastío, hambre y sed que no se agota. Jesucristo con su Cuerpo y con su Sangre nos alimenta para fortalecernos en esta vida y así poder alcanzar el gozo de la Vida Eterna. Este es el valor infinito de la Eucaristía, ser Sacrificio, porque se ofrece al Padre Celestial, y ser Sacramento porque derrama sobre nosotros las Gracias y Dones necesarios a nuestro Estado de Vida, el signo sencible del Amor Misericordioso de Dios por los Hombres.
Misterio Inseparable: La Iglesia, el Sacerdocio y la Eucaristía
6 La Eucaristía, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida, que da la vida por los Hombres (Decr. Presbyterorum Ordinis, 5). Por lo tanto, la mirada de la Iglesia se dirige continuamente a su Señor, presente en el Sacramento del Altar, en el cual descubre la plena manifestación de su inmenso amor (Ecclesia de Eucharistia, 2).
7 Esta creencia de la Iglesia no nace de una especulación o una mera interpretación simbólica de la Sagrada Escritura, sino de la Revelación Divina y Viva de Jesucristo, que estando sentado a la mesa con sus Discípulos, tomó el Pan, y dándolo a los Apóstoles les dijo: “Tomen y Coman… esto es Mí Cuerpo que se entrega por ustedes”; así mismo, tomando el Cáliz entre sus manos, lo pasa entre ellos diciendo: “Tomen y Beban… este es el Cáliz de Mí Sangre, que se derrama por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados” (Lc. 22, 19 – 20), y consagrandolos, los envía a hacer esto en conmemoración suya. No como un simbolismo abstracto, sino como una realidad perenne, permanente e incomparable. Perpetúa por estos dos Sacramentos la eficacia de su Gracia Redentora. Instituye el grado del Sacerdocio y el Episcopado con la potestad en sus manos de hacerle nuevamente presente cuantas veces repitan sus mismas Palabras, eternas e imborrables.
8 Sin Sacerdocio no hay Eucaristía, y sin Eucaristía ni hay Iglesia. Son inseparables en su sustancia, como inseparable es la Divinidad a la Humanidad de Jesucristo de su dependencia total al Padre y al Espíritu Santo. Son una sola y unica sustancia en esencia y en materia. La Iglesia, Cuerpo Místico de Jesucristo, injertado por los bautizados, inseparables de su Cabeza Santa. El Sacerdocio, Alter Christus in terra nostra, es decir, otro Cristo en nuestra tierra, ungido con el óleo de la alegría para unirse de manera más profunda al misterio salvífico de la Pasión y de la Cruz, y por esta unción, sus manos que misticamente estan traspasadas como las del Salvador para atar y desatar como él mismo sobre las almas. No es el Sacerdote quien se representa a sí mismo como puente y mediador, sino al Señor mismo que es el Mediador Perfecto entre el Padre Eterno y los Hombres, pues aún cuando en la suma perfección, la Santísima Trinidad puede actuar sin mediación humana, ha querido actuar en esta perfección de la humanidad escogida para hacer sencible a los hombres el misterio de su Paternidad, Obrando así de un modo enteramente perfecto, como perfecta fue la Primera Encarnación en el Seno Purisímo de la Siempre Virgen María, así, de manera perfecta y misteriosa para el entendimiento humano limitado, por las manos del Sacerdote, ha de llegar la Gracia del Espíritu Sempiterno para encarnar en el Pan y en el Vino la Sustancia Real y Verdadera del Hijo de Dios, y lo que vemos como pan y vino, es tomado y transformado en el Cuerpo y la Sangre de Cristo para la Vida y el sostenimiento del Mundo.
La Limitación Humana no Corrompe la Gracia de Cristo
9 Es de este modo, que por su Gracia, no ha deseado abandonar a los Hombres, sino permanecer en medio de ellos, perpetuando el memorial de la reconciliación, ganado a través del sufrimiento y de la muerte en cruz, pues ahí tiene su pleno nacimiento la Iglesia y su plena apertura el torrente inagotable de gracia que se nos ofrece en los Sacramentos. Aún en la misma limitación humana que tiene su escollo en la herida del pecado, la Gracia siempre operante levanta a quienes él se ha escogido para sí mismo, y donde se muestra que el pecado se ha injertado, es la Gracia Divina la que triunfa para hacer fecundas las obras que han de salvar a las almas, y si en este caminar los escogidos han de tener la desgracia de tropezar, no los abandona al poder de la muerte, pues siendo frágiles como aquellos a quien buscan rescatar, es para comprenderles y levantarles, del modo que a ellos también los han de levantar cuando postren su flaqueza en el suelo, tropiezo por el pecado, pues como enseña el Apóstol: “No se hace el bien que se desea, sino el mal que se detesta” (Rom. 7, 19), y aún cuando el mal del escogido opaca la Acción de Plena de Cristo, no por ello Cristo mismo es limitado, sino que su misma acción permanece para salud de los redimidos. Cristo Obediente a la Voluntad del Padre sobre el Calvario, no cesa de ser Obediente a sus elegidos por indignos que estos sean ante el mundo, sino al contrario, mostrandoles las excelencias de su amor fecundo, los impulsa con grandes latidos al abandono de su indiferencia y a volver a las entrañas siempre abiertas de su Divina Misercordia.
10 No se puede, por tanto, limitar la Acción de Cristo sobre la Humanidad a las límitaciones humanas, por el contrario, es necesario que estas limitaciones se sanen para que la Gracia Sobreabundante de Cristo brille con la luz siempre resplandeciente de su Resurrección. A esto esta llamado el Hombre: a negarse a sí mismo, cargar su Cruz y seguirle con libertad. Y cargar su Cruz, no significa vivir inmerso en el dolor, sino en el vencimiento constante de las propias fatigas y debilidades. Superarse constantemente en el camino de la conversión, limar las escorias que nos ha llagado el pecado. No significa un no volver a caer, por el contrario, mientras caminamos en este mundo, la tentación del mundo, de la carne y el demonio, siempre van a estar al asecho sobre el hombre, cuanto más estan estos enemigos sobre el Sacerdote, pues el infierno reconoce que si el Sacerdote cae, no solo él camina hacia su condenación, a sus espaldas, cargará con una inmensa multitud de almas a las que arrastra por su mal testimonio, por su pecado, por su negligencia, es por ello que el maligno ataca con más saña aún al Consagrado, porque él tiene mayor atadura a Cristo y goza de los medios a su mano para que le sea más fácil su santificación.
11 ¿Esto implica que el Sacerdote sea intocable para el demonio? Por supuesto que no, el Sacerdote tan humano como cualquiera, esta siempre en peligro de corromperse, cuanto más busque con desición su santificación, cuanto más será atacado por el maligno, cuanto más el sacerdote se aleje de la oración, de celebrar con amor el Santo Sacrificio, tanto más se vera sumergido en las manos del enemigo, caminará en las sombras del sin sentido y le pesará la Cruz que ha elegido, la sentirá vacía, áspera. Es ahí donde el consagrado perderá el sentido de su Vocación y comenzará a llenar esos vaciíos de los que el enemigo le ha convencido, y llenandolos del mundo, se vaciara aún más, desechará las Gracias que a su Sacerdocio le han dado, para llenarlos de nada, de migajas, de las cuales al no sentise saciado, subirá de escalón en escalón en sus pasiones, en sus gusto y desenfrenos.
12 Es necesario, como reclama el Señor en el Evangelio: “Velen y oren para que no entren en tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil” (Mt. 26, 41), solo así, el Sacerdote alcanzará la victoria sobre sí mismo, estando atento, recordando sobre él, la Presencia de Dios y aquellos Dones con los que el mismo Señor lo ha enriquecido. Y a su vez, también el Sacerdote, debe estar sostenido por la oración de sus ovejas, así como él no debe dejarlas solas, sin el alimento que el Señor le confía, así tambien los fieles deben alimentar la fortaleza de sus sacerdotes con su oración y su sacrificio. Pues a ellas, conociendo sus realidades y orando por él, también sanjan el camino de su Salvación, por el contrario, si le abandonan y le murmuran, se condena y ellos junto con el por abandonarlo.
Objeto de Ultrajes
13 Jesucristo en la Eucaristía, se expone en la fragilidad del Pan Consagrado, como en su Pasión expuso su humanidad ante la turba de bandidos y malhechores, ante la saña de los verdugos que inclementes hicieron de el, como atestigua el Profeta: “varón de dolores, despreciado de todos y humillado, como aquel de quien se aparta la vista” (Is. 53, 3), y en este suplicio infame, él, en la mansedumbre del cordero, sigue entregado y callado, soportando de los hombres el desprecio, la ingratitud y los tormentos. A semejanza de aquella multitud que le seguía y escuchaba, el viernes de la Pasión eran aquellos mismos que gritaban: “no le queremos… muera… crucifícale”, y hoy, ¿cuántos cristianos extienden sus manos para abofetearle como aquel soldado del Sumo Sacerdote, para burlarse de él como Herodes, para retarlo como el ladrón que compartía la misma suerte?
14 ¡Oh desdicha de tiempo! Con toda justicia y razón, podemos concebirlo como toda la suma de los desprecios, ultrajes e irreverencias que en todos los Siglos ha sufrido Jesucristo, el Señor, en el Santísimo Sacramento del Altar, no menos doloroso que significa el saber que tales atrocidades sean cometidas por los enemigos declarados, cuanta mayor pena debe causar en el alma ver que aquellos que dicen amarle se vuelven Judas traicionando al Señor y vediendole por unas migajas y miserias de gloria terrena, sujetas a los infames respetos humanos que en nada aprovecharán para la gloria futura, sino antes bien para la plena tortura del lugar del castigo a donde serán precipitados con los reprobados si por la infinita gracia de la Misericordia Divina no se convierten mientras vivan y reparan con el mayor aumento de lágrimas cada ofensa como han cometido contra el Augusto Sacramento de la Eucaristía.
15 ¿Faltamos a la Caridad fraterna con esta sentencia? No nos engañe el sentimiento ni la falsa y barata idea de que por ser el Señor y en la obediencia a ciertos mandatos estamos glorificando al Rey del Cieo y de la Tierra, Cierto es que la obediencia glorifica a Dios más que cualquier penitencia que podamos hacer por animo propio de la devoción que profesemos, más sin embargo, la obediencia bien entendida en la conciencia a la luz del discernimiento Divino, debe llevar al Hombre a glorificar a su Creador y allanar el camino de su santificación y salvación. Cierto es que la principal condena que precipito al demonio al infierno fue su desobediencia, y sin embargo, ¡Cuántas veces la obediencia ha hecho que como Iglesia lleguemos a ultrajar al Señor y Dueño de la Casa! Algunos de buena fe, queriendo glorificar a Dios, otros cuyo conocimiento pertinaz del mal que ocasionaban rendirán cuentas sin duda bastante rigurosas ante el Tribunal de la Justicia Divina. Cada cual dará la cara de sus acciones y de como ejercio su libertad.
La Sagrada Comunión: Un Don de la Misericordia, No un Premio de Dignidad
16 Importante es discernir el estado del alma que se acerca a recibir la Sagrada Comunión, no como quien merece el regalo, sino como quien se sabe necesitado del auxilio que le da este Sagrado Alimento que ni los ángeles en el cielo pueden degustar semejante banquete. ¿Quién es digno por meritos propios de estar delante del Sumo Rey y Señor del Universo? Si nos presentáramos delante del Trono del Cordero en este preciso momento, nuestras piernas tambalearían de miedo al sentir toda la Omnipotencia que de esconde detrás de los velos de la Eucaristía. Moririamos en un solo instante al sentir toda esa grandeza del Señor Vivo y Resucitado que ha querido permanecer oculto tras el velo del Pan, siendo el Omnipotente, así como en la Plenitud de los Tiempos se hizo frájil y pequeño como un Niño en el regazo de la Santísima Virgen, así viene a convertirse pequeño y humilde en cada Celebración Eucaristíca.
17 No nos engañemos ni nos alcemos arrogantes creyendo que somos dignos y merecedores de recibir el Pan del Cielo. La Misericordia Infinita de Dios nos llama a acercarnos a esta mesa sagrada, no por ser dignos, sino necesitados. Cristo nos salva libremente a todos, pero deja la libertad al corazón del hombre para elegir hacia donde inclina la balanza de su vida.
18 El gran pecado del demonio ha sido sentirse digno por ser la cumbre de la creación angélica, sin embargo, por esa arrogancia fue precipitado a los abismos como el condenado desde el comienzo. Enseña Santo Tomás de Aquino, que este es un Pan para los Hijos, el cual no hay que arrojar a los perros; ¿cómo comprender este pasaje? ¿Quienes son los hijos? Los Hijos somos los bautizados, injertados a Cristo por las aguas de la regeneración a la vida de la gracia, coronados con gloria y dignidad, misma qu se opaca con el pecado que cometemos, y nos limita para conocer plenamente a Dios. Hijos de adopción mediante la Cruz y la Sangre derramada en ella. Aquellos que desprecian los Dones y la Gracia que nos da Jesucristo en la Santa Iglesia por mediación de los Sacramentos, son aquellos que no se nutren de la Gracia Divina por voluntad propia que ha cortado ese hilo de unidad con la Santísima Trinidad, aquellos que conociendo con el intelecto las verdades reveladas, no las viven en la caridad divina, y que encierran en su conocimiento limitado como una plenitud, no dan paso a que la Luz del Espíritu Santo les ilumine y haga de ellos un faro luminoso de la Gracia, se vuelven estériles, infecundos para el Reino de los Cielos.
19 La Sagrada Comunión es como aquella parabola del Evangelio donde el sembrador sale al camino esparciendo la semilla. Algunas caen entre espinos, otras por el camino y otras más en tierra fecunda, buena. Cristo, ha confiado el Alimento al Sacerdote, que como buen Padre al cuidado de los bienes de la Casa y de las ovejas que se le encomiendan, busca nutrirlas en el espíritu. Sin embargo, las ovejas, los Hijos, no todos estan dispuestos para recibir el alimento, no a todos les aprovecha de la misma manera, como vuelve a decir Santo Tomás: “Lo toman buenos y malos con singular provecho, no es lo mismo tener vida, que ser condenado a muerte. Que efecto tan diferente tiene la misma comida. A los buenos les da vida, a los malos les da la muerte”. A muchos sin duda, habrá de escandalizarlos, sin embargo, es una realidad total y completa.
20 El alma muchas veces es como aquellos espinos de la parabola, inmersa en el mar de las preocupasiones de este mundo, en sus placeres, en sus egoísmos. Recibe al Señor de manera inconstante, más por cumplir que por amar. Sofoca en ella la Gracia Divina, se vuelve estéril. Aquellas almas que son como el camino donde cae la semilla, viene el cuervo que es el demonio, reciben al Señor indignamente, en pecado, por la vanidad del que el mundo les vea y les aplauda, sepulcros blanqueados, adornados de buenas telas, pero en el alma no hacen sino el camino para su perdición, hartandose del murmullo de la lengua que ellas aflojan y permiten a otros moverse contra otros, hijos de las tinieblas que entregan al Señor como en una misa satánica para que sea la burla, como fue de aquellos soldados en el pretorio que le coronaron de espinas y mofandose se postraban mientras le encajaban las espinas punzantes del desprecio, mientras observaba el Señor el espectáculo del cual sería protagonista en este tiempo.
21 ¿Quienes son ahora aquellas almas que como tierra fecunda reciben el Santísimo Sacramento y se hacen fecundas, como campos de árboles frondosos de virtudes y méritos? Aquellas almas que en el desprecio de sí mismas y su vanidad, se mortifican para vencer sus pasiones y se ofrecen como holocausto agradable en presencia de Dios. Que cumplen con sus deberés con animo diligente cualquiera sea el estado al que Dios les ha llamado.
22 Ningún alma se escapa de pertenecer a este grupo de caminos donde el Señor se entrega. Algunas veces con sumo gozo, otras con tristeza y otras más con horror y decepción. El Consgrado, el letrado, el sencillo. Dios tenga compasión de nosotros y no nos deje caer en alguna de las primeras razones, antes bien nos conceda su Gracia para ser fecundos y agradables. Y te pregunto a ti que me lees, ¿si hicieras un buen Examen de Conciencia, tu que te sientes digno, en que estado estas incertado?
23 La única criatura humana sobre la faz de la Tierra que ha tenido semejante dignidad y pureza para encontrarse delante del Hijo Divino, no ha sido otra ni la habrá que la Santísima Virgen María, aquella que le dio el Ser en su Vientre, quien junto a San José, su Castísimo Esposo, lo estrecho entre sus brazos, lo amamantó y velo su sueño. ¡Con cuanto amor lo debió recibir en la Santa Comunión de manos de los Apóstoles! Nunca en esta vida terrena se adjudico semejante dignidad, aun poseyendola, de elevarse en soberbia por ser la Madre del Salvador, por el contrario, reconocio que siendo Sierva por encima de ella estaba su Hijo y cumplir la Voluntad del Padre. Mucho que aprender tenemos como Cristianos para acercarnos a recibir este Alimento de alimentos, que no solo nutre el cuerpo que alguna vez habra de regresar al barro del que se formó, sino que nos nutre en el alma para conocimiento de lo divino, para reconocer como debemos agradar al Señor que viene a nosotros, que viene a hacer su morada en nuestro pecho y que tantas veces malgastamos este Regalo. Tan apenas lo recibimos, ya nos olvidamos, comenzamos a murmurar y a dar miradas como si no tuvieramos en el interior algo de gran valor e importancia.
Pasión Eucarística: Tiempo de Preparación
24 Este tiempo, es un tiempo de Pasión para el Señor de una manera real y mística. El Señor Jesucristo, glorificado a la Diestra del Padre en la Gloria, no puede sufrir en el cuerpo físico, sin embargo, en el Cuerpo Místico hoy sufre dolores como de parto, no por los declarados enemigos externos, sino por los mismos miembros que infectados son como virus que van limitando las funciones del mismo cuerpo. ¿Esto es ajeno al mismo Señor? ¡No! Y sin embargo, en el Plan Divino de la Salvación lo permite para comprobar en el misterio de la iniquidad de los hombres, aquelals perlas preciosas que saldrán del crisol de la purificación, almas más santas, más piadosas, con una caridad ardiente.
25 Aquí, vemos en este tiempo, impera la ceguera, no material, sino espiritual que sumerge al hombre cada vez en su propia egolatría, en el extremo de idealizarse como el principio y el todo de su vida. El juicio de este tiempo es el mismo de aquel pasaje del Evangelio de la curación del ciego de nacimiento: “Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven se vuelvan ciegos… si fueran ciegos no tendrían pecado; pero como dicen “vemos”, su pecado permanece” (Jn. 9, 39; 41). Y esta generación, ve con los ojos materiales a sus antojos y conveniencias, pero lo importante lo deja de lado por el conformismo del momento, la gloria de lo efímero. Aún los propios Hijos de la Iglesia.
26 Hoy más que nunca, la Santa Iglesia se ve eclipsada por una corriente de sentimentalismo y apertura que le precipita a dejar de lado el valor auténtico de lo Sagrado y de darle a Dios su lugar. No de darle al César solamente lo suyo, sino de ir más allá y darle incluso lo que le corresponde a Dios por derecho Divino. Infieles que venden a su Señor no solo por las monedas que se agotan en la desesperación, sino incluso el alma y el corazón para llenarlo con mentiras vacías, que es solo lo que el demonio sabe saciar en el corazón de los hombres. Este tiempo es de desprecio inaudito al Santísimo Sacramento de la Eucaristía, a Jesucristo mismo que permanece noche y día en el Tabernáculo, que viene al encuentro del Hombre para ser su alimento y su compañía de vida.
27 Sagrarios Profanados porque son abandonados, porque son ultrajados, robadas las Sagradas Hostias y tiradas al suelo como si fuera un pan cualquiera que se da a las bestias. Los Hijos invitados al Banquete comportados peor que ni los paganos, cuando estos tienen mayor veneración y reconocimiento de sus falsos dioses y sus banquetes sagrados. Decimos creer en la Presencia Viva y Real de Cristo en la Eucaristía, pero hemos caído en la mediocridad de creer con los labios y vaciar el corazón de la convicción que alardeamos. Decimos: “creo y eso me basta”, y en la práctica ni creemos ni hacemos profesión más que de un desprecio manifiesto. Comuniones indignas y sacrilegas porque se comulga en pecado, porque no se guarda el silencio de intimidad con aquel a quien vamos a abrir no solo la boca para recibirlo, sino el corazón, el mismo corazón que él como Dios ha moldeado para nosotros.
¿Quien es digno de tocarlo?
28 “No tentarás al Señor, Tú Dios”, se nos ha ordenado, y nos sentimos dignos extendiendo la mano altanera para tocarlo y recibirlo, la misma mano que tantas veces se extiende para pecar y nos justificamos de manera infeliz diciendo en la baratija del sentimiento que la lengua peca más que el cuerpo. Y sin embargo, todo el cuerpo peca en menor o mayor imperio, pero uno solo es el que peca. Más nos valdría como enseña el Evangelio, mutilarnos para no ir al infierno con todos los miembros. Jesucristo Resucitado a la puerta del Sepulcro reprendió a la Madgalena que quiso tocarle glorificado: “No me toques, porque aún no he subido al Padre” (Jn. 20, 17), si Magdalena que habiendo sido liberada y puificada por grandes penitencias y el contacto con el Divino Redentor no fue digna de tocarlo, ¿Qué nos hace creer a nosotros pecadores indignos ser tan soberbios para tocar al mismo Dios y Creador Nuestro en el Santísimo Sacramento?
29 Y es que él mismo que nos ha redimido nos ha justificado y nos ha dignificado, nos ha restituido la dignidad de los hijos de Dios, que habiendo sido abatidos bajo el yugo del pecado, han sido por el Sacrificio de su Vida, abatidas las cadenas que nos sujetaban. La dignidad que como Hijos custodiamos nadie la puede arrebatar, y sin embargo, no es ella motivo de altanería para sentirnos totalmente puros para tocar a la Suma Pureza del Cielo y de la Tierra, el Verbo Divino que se hizo Hombre, se entrego a la Muerte y Resucito Glorioso, que ha de Venir al Final de la Historia lleno de su Gloria a Juzgar al mundo, ese mismo Juez de Vivos y Muertos es a quien contemplamos en la Eucaristía, al mismo que ultrajamos y ofendemos, al mismo que despreciamos; al mismo al que queremos manipular a nuestro antojo.
30 Expresamente el mismo Señor ha querido perpetuar a sus escogidos esta dignidad, que aún con la mancha del pecado hacen que venga el a la tierra sobre los Altares, no por ser ellos dignos de hacerlo en nombre y merito propio, sino inmersa en ellos la misma Dignidad Altísima de Aquel que los ha llamado y los ha tomado con su mismo Espíritu. Unica Criatra Humana ha sido la Santísima Virgen, y aún siendo la más pura y excelsa de todas las criaturas a lo largo de todos los siglos, no fue a Ella a quien se le confio semejante potestad, habiéndole ella dado el ser y tocandóle durante toda su vida sobre la tierra. En aquella Cena Gloriosa de su Pasión, a los Apóstoles les dio el Pan en las manos, a ellos constituyendoles Ministros, es a ellos y solo a ellos por la Gracia Divina y la Dignidad de Cristo, por la reverencia a este Sacramento, que habiendo sido sus manos consagradas, sean los unicos a quienes les es permitido tocarlo y repartirlo. No por restar la Dignidad a los Hijos, sin embargo, no todos han sido elegidos para tan grande dignidad, que aunque existe la indignidad de los escogidos, no los priva en el Orden Divino de adminitrar los Dones recibidos.
31 Hoy erroneamente se instituyen “Ministros Extraordinarios de la Comunión”, y los vemos como verdaderas plagas regados por todas las parroquias, y eso no lo pemite la Iglesia. Y si acaso los llama, no es para adueñarlos de los Sagrados Misterios que solo competen al Ministro Ordenado (Diácono, Sacerdote y Obispo). El Fiel Cristiano, Servidor de Jesucristo Sacerdote, no le impiden ciertas funciones en el Auxilio Liturgico, más sin embargo, aún con la bendición de los Pastores, hemos caído en una desacralización y una ambiguedad inaudita que hoy más que nunca grita por un orden debido ante los abusos y atropellos. Y dirán ciertas corrientes abaratadas con el falso viento de la primavera eclesial que esto es un desprecio de los laicos, y sin duda no lo es, más por el contrario, es necesario dar a cada momento y a cada actor su lugar. No podemos jugar a dar roles que en la Jerarquía no existen.
32 El Señor escogio a doce y los constituyo para que hicieran esto en Memoria Suya, y por estos doce primeros, mediante la imposición de las manos, les ha sido confiado este Sagrado Deposito a sus Sucesores y a los Presbíteros de la Iglesia, a nadie más por muy buena voluntad que en el alma pueda tener. La Dignidad del Sacerdote es por mucho superior a la misma dignidad de los ángeles.
Enseñanza de la Iglesia
33 La Santa Iglesia siempre ha enseñado sobre la Sacralidad y Reverencia debida hacia la Santísima Comunión, no eximiendo en ello amonestar contra los que osan injuriar al Señor con semejantes abominaciones al enseñar con toda su Autoridad.
34 La administración del Cuerpo de Cristo corresponde al sacerdote por tres razones: Primera, porque él consagra en la persona de Cristo. Pero como Cristo consagró Su Cuerpo en la (Ultima) Cena, así también Él lo dio a otros para ser compartido con ellos. En consecuencia, como la consagración del Cuerpo de Cristo corresponde al sacerdote, igualmente su distribución corresponde a él.
Segunda, porque el sacerdote es el intermediario designado entre Dios y el pueblo, por lo tanto corresponde a él ofrecer los dones del pueblo a Dios. Así, corresponde a él distribuir al pueblo los dones consagrados.
Tercera, porque por reverencia a este Sacramento, nada lo toca sino lo que está consagrado, ya que el corporal y el cáliz están consagrados, e igualmente las manos del sacerdote para tocar este Sacramento. Por lo tanto, no es lícito para nadie más tocarlo, excepto por necesidad, por ejemplo si hubiera caído en tierra o también el algún otro caso de urgencia.” (Summa, III, Q. 82, Art. 13).
35 “El Cuerpo de Cristo, sigue enseñando Santo Tomás, pertenece a los Sacerdotes… Que no sea tocado por nadie que no este consagrado… exepto en caso de extrema necesidad”. Quien profana la Eucaristía comete sacrilegío, hiere el Sacerdocio de Cristo, rechaza implícitamente la Pasión expiatoria y redentora, demuele y destruye a la Iglesia y al mismo cristianismo. La Eucaristía centra todo el Dogma de la Fe Católica. En la Historia de la Iglesia, se aludía a las persecusiones la Comunión en la mano, pero aún en los primeros siglos de la Fe, fue abolida y condenada debido a las numerosas profanaciones que se cometieron aun en este tiempo.
36 San Cirilo de Jerusalén, advirtió que “ninguna partícula se pierda; si esto, por desgracia sucediera, debes dolerte como si te fuera amputado un miembro del cuerpo. Dime, si alguno te hubiera dado fragmentos de oro, ¿No los conservarías tal vez con la máxima cautela y diligencia, preocupado de no perder ni siqueira uno?¿y no deberías ser tú mucho más cauto y diligente para que de ese “pan” no se pierda ni siquiera una migaja, mucho más preciosa que el oro y las gemas?” (Catech. XXIII, mystag, 5, 21).
37 No faltará quien diga que aquello que se enseño en su tiempo valdría para aquel momento histórico, como si el Señor y su Sacralidad fueran camaleones que cambian conforme a su protección y necesidad, o más bien en este caso, a la necedad y la falta de amor y de fe de algunos que piensan que todo evoluciona, aún la misma fe, puesto que lo que ha sido sagrado para los antiguos, en este tiempo debe permanecer inamovible también para estos tiempos, cuanto con mayor gravedad tratándose de la Sagrada Eucaristía, que perpetua la Presencia del Señor hasta la Hora de su Venida Gloriosa para el Juicio de las naciones.
38 ¡Cuánto cuidado debe tener hoy más que nunca nuestra Santa Madre Iglesia, los Pastores, para custodiar este Tesoro de incalculable valor. Si los Vasos Sagrados son dignos de todo el cuidado, por recibir en ellos como en tronos preciosos al Rey del Cielo en cada Celebración, ¿No es mucho más digno este mismo Rey que se posa sobre ellos, así como se posa sobre todo el Orbe?
Tiempo Precursor del Triunfo
39 Pero así se debe disponer este tiempo en el Plan de la Redención, que separando el Señor los campos de batalla, unos serán arrancados para la gloria de su salvación y otros para el llanto que no tendrá final en medio del fuego. Y así como el Señor en su curso sobre este mundo debió padecer porque esa era la Voluntad del Padre, así también en este tiempo su Cuerpo que es la Iglesia, debe padecer los mismos dolores de la Persecusión, comenzando por su Cabeza, visible y escondida en el Santísimo Sacramento, pues bien conocen los enemigos declarados que atacando este Venerable Misterio, el cuerpo se tambalea.
40 Pero así lo ha permitido el Señor en su Sabiduría infinita, para sacar de este Tiempo, soldados fieles y dispuestos a reprochar incluso su vida por la defensa su Señor. Renunciando a su vida ante los perros rabiosos deseosos de saciarse con el Pan del Cielo, no como alimento, sino como quien lo desprecia y lo da al polvo. Este alimento Sagrado y Misterioso, alimento de los hijos, parece en este tiempo ser hecho alimento de bestias salvajes y endemoniadas que lo toman sin discernimiento ni amor, sin reverencia ni gratitud.
41 Este Tiempo exige Almas Eucarísticas de verdad y de compromiso. Que saben reconocer quien esta delante de ellas. Que reconocen la magnificencia, más que al oro y las piedras preciosas.
42 El Reinado Eucarístico de Jesucristo debe llegar con gran poderío donde sea él, glorificado en todos los Hombres, pero debe presederlo el misterio del gran desprecio, donde reconociendole muchos, como en su momento Pedro le negó, así también correrán a los pies del augusto Tabernáculo a llorar sus iniquidades y ser alistados en este ejército que triunfará sin precedentes. Otros más inmersos en la magnitud de su soberbia, se rasgarán las vestiduras creyendo gloificar a Dios en perseguirlos, porque ponen de manifiesto la inmodestia con la que se acercan a la Mesa del Banquete y el desprecio que le hacen creyendóse ser dignos de tomarlo. El Hombre que realmente es glorificado y será glorificado en el ultimo día, no será el altanero arrogante que yace de pie delante del Rey, cuando ni los ángeles se altivan arrogantes, sino que postrados le adoran noche y día exhaltados en cánticos de alabanza. El que se postra delante del Trono y del Cordero sin Mancha, ese será justificado, levantado y coronado.
43 Ahora solo vemos la tiniebla, pero serán los ojos dichosos que vean esta luz inagotable resurgir en medio de la oscuridad, verán este Sacramento lleno de Gloria y de Majestad, abriendo el Cielo, rodeado de la multitud de los coros celestiales, de los bienaventurados y los justos, mientras en su soberbia y arrogancia, quien se levantaron para profanarlo y ultrajarlo serán postrados por el inmenso poder que le corona, la fragilidad de la materia que contemplamos en el Pan, manifestará la totalidad de su Poder sobre aquellos que le temen y le ama, sobre aquellos que lo despreciaron, los unos para su redención, los otros para ser sumergidos en el fuego que no se extingue, porque de Dios nadie sobre este mundo se burla, que él, siendo infinitamente justo, es remunerador perfecto de los buenos y de los malos, y nada existe que no tenga para sí mismo recompensa y fruto. La paga de la fidelidad es la vida, la paga del pecado es la muerte. El qye tenga oídos, escuche; y el que tenga ojos, que los abra bien para contemplar lo pasajero de este tiempo de desesperación, porque por la Misericordia de Dios, si así lo dispone, verá el Tiempo Glorioso donde Jesucristo, Dios, sea Todo en todos.
Exhortación y Llamado Filial a los Sacerdotes
44 Toco ahora la puerta de los corazones Sacerdotales, de mis Hermanos en el Ministerio Sagrado. No les juzgo, porque solo el Señor que nos ha llamado lo hará y cada uno de nosotros rendirá las cuentas de todo el bien o mal que hicimos, de las ovejas que salvamos y de aquellas que abandonamos. Hago un llamado desde lo profundo de mi ser Sacerdotal, en el que no alcanzo a comprender las decisiones que no hacen reverencia al Santísimo Sacramento, que no hacen amarle más. Nuestra principal Vocación es Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas y de ahí, hacerle amar a nuestros Hijos en el espíritu que son los fieles. Pero si no amamos al Señor que se digna venir sobre el Altar por medio de nuestras manos, ¿Cómo seremos capaces entonces de dar nuestra vida? ¿Cómo seremos capaces de amar al rebaño y de buscar su salvación?
45 Nosotros, somos los principales Custodios del Santísimo Sacramento, hasta el punto de derramar incluso la sangre por defenderlo de los enemigos. Y que triste es contemplar, que muchos de nosotros, somos los primeros en exponerlo para ser tratado como cualquier cosa. Somos los Padres que alimentan a los hijos, no con un Alimento que se pierde, sino con un alimento de Vida Eterna. Si humanamente, el padre de familia busca dar siempre lo mejor a sus Hijos, Jesucristo mismo se da por entero a los hijos que se ha adoptado por el bautismo, por el Sacrificio de su Sangre Derramada en la Cruz.
46 El Señor se nos ha confiado, nos ha dado un privilegio de su Misericordia, donde ni los ángeles pueden hacer que venga a los Altares, ni tomarlo ni comerlo, ni aún la Santísima Virgen, siendo la más digna y pura de las criaturas, alcanzo este privilegio que tenemos nosotros por la unción de nuestras manos. Es necesario adentrarse en este Misterio, amarlo y defenderlo.
47 No basta solo Celebrar, no basta solo predicar, ¡No basta! Nosotros debemos ser los primeros en amarlo, aprender a amarlo, acompañandolo en su soledad de Sagrario, solo así podremos enseñar a amarlo a los Fieles, esos fieles, que gracias a nosotros, tantas veces se han convertido en infieles. A nosotros se nos ha confiado salvarles, enseñarles el camino de la Salvación, y tantas veces parece que les enseñamos el camino ancho que lleva a la perdición.
48 Hoy nos parecemos a Judas, ya no vendiendo al Señor por treinta miserables monedas de plata, sino que lo entregamos como si se tratara de cualquier golosina que se nos antoja, para que lo toque cualquiera, para que lo lleve cualquiera. Y la Santa Iglesia no nos permite esto. La Iglesia vive de la Eucarisía, el Sacerdocio se sostiene de la Hostia que sostiene en sus manos en cada elevación. El Sacerdote tiene sus manos traspasadas con los mismos clavos que Cristo y esta suspendido de la misma Cruz que Cristo.
49 Hago un llamado filial a mis Hermanos en el Sacerdocio para velar por su Ministerio, para velar realmente por el Santísimo Sacramento, reconociendo que estos tiempos son de una abismal dificultad, pero no por ello, se deber tratar al Señor como si fuera cosa cualquiera. Tener los cuidados humanos necesarios, no es permiso para hacer del Señor cualquier cosa, por el contrario, es ahora más que nunca, cuando se necesita que el Señor sea más amado, más adorado, más respetado. En este tiempo que sin duda, pasará en la Historia de la Iglesia, como el tiempo donde el Santísimo Sacramento es más atropellado y utrajado como nunca, y lo más triste, no por los enemigos declarados que estan afuera, sino por aquellos quienes están adentro y deberían amarlo con toda sus fuerzas.
50 Hago un llamado a mis Hermanos Sacerdotes, para Reparar tantas veces, como tantas veces hemos expuesto al Señor para ser maltratado por los fieles. A llorar desde lo profundo del corazón, tantas veces como hemos dejado de Celebrar el Santo Sacrificio de la Misa con amor y cuidado. Tantas veces como no hemos tenido cuidado al repartir la Sagrada Comunión a los Fieles, por tantas partículas como se han perdido por descuido nuestro como por los fieles a quienes no hemos tomado el tiempo de enseñar a recibir al Señor. Reparación por enseñar a los fieles que recibir la Sagrada Comunión en la mano es algo Digno y Provechoso, pues si humanamente no permitimos que alguien ajeno toque aquello que es nuestra propiedad, ¿Cuánto más el Señor debe soportar nuestra irreverencia, cuando nosotros somos quienes le pertenecemos a El y no El a nosotros? La Sagrada Comunión es un Don, no un derecho. Tantas veces hemos expuesto al Señor en nuestras Capillas de Adoración, en nuestros Templos, y contemplamos que esta ahí solo, abandonado, y aún ni nosotros lo acompañamos por tener “tareas” que hacer, si los fieles no acuden a Adorarlo, también nosotros, de cierta manera somos culpables por no enseñarlos a acompañarlo, por encima de las palabras, con nuestra presencia ahí, delante de él, así seamos los unicos que lo acompañemos.
51 No con mis palabras busco condenarles, sino hacerles reflexionar. Que ciertamente, hay muchos Sacerdotes que nos ponen ejemplo de amor a la Eucaristía y de los cuales, sin duda alguna, debemos aprender y hacer en nosotros mismos un riguroso examen de conciencia. No es tarde, aún tenemos tiempo.
52 El Señor nos ha dado mucho, más que al común, no para llenarnos de soberbia, sino para ser capaces de aprender el Verdadero Maestro y enseñar a las ovejas cual debe ser el camino. Y muchos de nosotros, ni aprendemos, ni enseñamos, ya nos creemos conocedores de todos los Misterios, de las ciencias, y se nos olvida, que el Espíritu Santo se resiste a los soberbios para llenar las aljabas de los humildes, para hacer que en los pequeños que despreciamos, rebosen las Gracias y sean fecundas. Hoy, este llamado que también es para este Hermano que les escribe, nos atañe a todos, atañe incluso a quienes se entregan realmente a su Ministerio, para que no se pierdan y se llenen de soberbia, con lo cual perderían todas esas Gracias y Dones con los que el Señor ha enriquecido su Ministerio, para que mantengamos los pies sobre la tierra, porque la Sotana que usamos, no es garantía de Salvación si no la sabemos usar, amar y respetar.
53 Reconozco, que para algunos o muchos de ustedes que lean estas palabras no les será de agrado, pues, ¿A quien le gusta que nos recriminen y corrijan? Ciertamente tenemos la misma dignidad, aún aquellos que estando fuera de la Santa Sede de Pedro han sido llamados también por el Señor a trabajar en el campo de la Salvación de las almas, pues como ha dicho el Señor en el Evangelio: Maestro, hemos visto a uno que en Tú Nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos seguía. Pero Jesús les dijo: “No se lo prohiban; porque ninguno hay que haga milagro en Mí nombre, que luego pueda decir mal de Mí. Porque el que no esta contra nosotros, está con nosotros” (Lc. 9, 49-50).
María al Pie de la Cruz y al Pie del Sagrario
54 ¡Con cuánto amor y dolor permaneció la Santísima Virgen contemplando a Su Divino Hijo ser maltratado, burlado, ofendido! Y viviendolo en paciente silencio, uniendose de un modo perfecto a él, a su dolor y a su intención por la salvación de cada uno de nosotros. Ella coopero de manera esencial en el Misterio de la Salvación, Ella, primer Sagrario, Primer Custodia del Pan de Vida que habito en su Seno Virginal. Ella que permaneció fiel, firme al pie de la Cruz, donde sin duda, tambien su Corazón Inmaculado era traspasado junto al de Jesús.
55 Ella, que ahora también permanece silenciosa al pie de tantos Sagrarios como Templos se abren sobre la Tierra, que adora a Su Hijo, tantas veces como el Sacerdote lo eleva sobre el Altar entre sus manos. María no solamente es Madre de la Eucaristía, es Madre del Sacerdote. Ella, que ha llorado de ver el espectaculo de la Pasión, no puede ahora menos que seguir llorando y suplicando perdón de ver a su Hijo nuevamente burlado y ultrajado en el Santísimo Sacramento. Ella que sin duda, también le recibió y se volvio a unir tantas veces en la Comunión, como se unió a él en la Encarnación, como se unió a él en el Cenáculo, cuando se instituia este Sacramento, como unió a él al derramar su Sangre y al estar clavado sobre la Cruz.
56 Siendo enteramente pura, la perfección modelada por la Santísima Trinidad, siendo la Madre del Verbo Hecho Carne, ha comprendido que no esta en la Providencia de Dios, el que Ella sea quien encarne nuevamente para el Mundo a Jesucristo en el Pan y en el Vino. Ella, fecundada por el Espíritu Santo, no fue tomada para fecundar los Dones Sacramentales, a diferencia del Sacerdote, cuyas manos han sido ungidas, para que por su imposición sobre ellas, el Espíritu Santo realice el Inmenso Misterio de la Transubstanciación, y que lo que vemos como Pan y Vino, sean ahora el Cuerpo Vivo, el Corazón Palpitante de Jesucristo y su Sangre Preciosísima.
57 Y sin embargo, María es Oferente, participa de este Misterio en una Unión perfecta de Adoración y anonadamiento indescriptibles. Ya abraza al Sacerdote, como si abrazará a Cristo mismo Encarnado. ¿Quién de nosotros puede comprender esto con la sola razón humana, privada de la luz que nos ilumina el Espíritu Santo? Humanamente nadie, siendo limitados e inmersos en la debilidad del pecado, esto es tan solo por la Misericordia Divina que lo revela a quien quiere, donde quiere y como quiere, El es Autor de las mentes y de los corazones. El es Todo en todos los Siglos.
58 María con su oración, ama, repara y ruega por nosotros ante cada ultraje que hacemos al Señor, ella sufre viendo como le tratamos indignamente, así como también glorifica a Dios junto con nosotros cuando le recibimos con amor. No puede imaginar siquiera la mente humana, aquellos sentimientos que invadieron a la más dulce de las Criaturas, María, al contemplar recién nacido al Salvador, de proveerle, educarle, cuidarlo. ¿Quién puede comprender la magnitud de la Vocación que le fue dada desde el principio?
59 La estrella que guió a los sabios de Oriente, era un vivo reflejo de ella, la Estrella luminosa que nos anuncia la llegada del Sol de Justicia. En el Sagrario, bien podemos decir que aquella Lamparita Roja que arde día y noche sin apagarse, es una figura que nos puede recordar a María, día y noche velando junto al Sagrario, acompañando, intercediendo, amándole por cada uno de nosotros, recordándonos, que ahí esta Vivo, que su Corazón esta latiendo de amor por la Humanidad, aún cuando esa Humanidad lo abandona, lo desprecia y lo hace a un lado.
60 ¡Cuánto deben aprender los Adoradores, los Consagrados, los Sacerdotes de María! No existe en el mundo, escuela que nos enseñe a amarle como la escuela de María, a amarle como Ella, a acompañarle como Ella, que fue totalmente abrazada por la luz Divina y que por esa misma luz, ella brilla en medio de las tinieblas, porque la Ilumina el Sol de Justicia a quien en este Tiempo, es Ella quien prepara el Camino de una manera misteriosa. Nosotros, los Consagrados también a Ella, estamos llamados a dar frutos eucaristicos, pues amando a María, amaremos también el Santísimo Sacramento.
Llamado a los Fieles, especialmente a los Adoradores del Santísimo Sacramento
61 Hago un llamado especial a los Fieles Laicos que con amor, se dedican a acompañar al Señor, no solamente en Adoración Nocturna, sino también en Adoración Perpetua, a que amen cada vez más al Señor, que reparen con insistencia todos los ultrajes que recibe, en espiritu de oración y penitencia.
62 Han sido llamados de una manera especial para estar con él, en sus desvelos, en sus tristezas, en sus alegrías, toda su vida debe ser un constante reflejo de la Presencia Real de Jesucristo, Vivo en el Santísimo Sacramento. En sus Hogares, en sus Apostolados, en el mundo. No teman ir contra la corriente del mundo, esa corriente impetuosa que terriblemente ha entrado hasta lo más intimo de nuestra amada Iglesia.
63 Enseñen a otros a amar la Adoración, no solamente de palabras, sino con el testimonio de su presencia, en esas largas Horas que como los ángeles, contemplan al Señor, ya escondido en el Sagrario, ya expuesto en el Altar. Que su vida sea una ofrenda fragante incienso que suba de manera agradble a la Presencia de Dios, para que se derramen sobre el mundo, las Gracias necesarias que hace, hoy más que nunca, falta suplicar y clamar ante Dios.
64 La Oración de pocos, es la que hoy más que nunca, sigue sosteniendo al mundo, y sientanse afortunados, que han sido llamados por Dios para estar con él, pero sin perder el pie de la tierra, puesto que no somos ángeles, sino hombres, y como hombres, fallamos y caemos, pero siempre con la mirada puesta en Aquel a quien Traspasaron y que hoy contemplamos cara a cara tras los velos de la Eucaristía.
Oración Final
Señor Jesús, que para alabanza de tú santidad confundes a los hombres en este Divino Sacramento, miranos aquí jubilosos postrados ante ti, reconociendo que nuestra nada es infinita y tú lo eres todo para todos en toda la eternidad.
Deseamos responder a tu llamado, ofreciendo un homenaje de amor y de reparación, mientras en tantos lugares eres ofendido y despreciado, mira que nosotros queremos unirnos a ti en estos eternos calvarios donde te ofreces por el mundo cobarde, si, Señor, en cada Tabernáculo revives tu amarga Pasión, cuando tantos hombres te desprecian, hacen burla y escarnio de Tú Presencia.
¡Qué pudiéramos, Señor, vertir sobre cada Tabernáculo infinitas lágrimas de arrepentimiento y atar nuestros pobres corazones a sus puertas para que cada latido sea un cántico de alabanza y de reparación, de consuelo y adoración! Más aquí presentes delante de ti, queremos unirnos a los cánticos y alabanzas que te ofrecen los coros de ángeles y santos, los justos de la tierra y las alabanzas incesantes que las aprisionadas almas purgantes te ofrecen con la esperanza de gozar de tú Presencia.
Que suba, Señor, nuestra humilde adoración como incienso en tú Presencia por manos de tú Purísima Madre, ella, que al pie de la Cruz fue Fiel hasta el extremo, paea que seamos también fieles en el cumplimiento de Tú Voluntad y seamos capaces de incendiar al mundo como un nuevo Pentecostés Eucarístico, en estos Tiempos de gran confusión y tribulación.
Tú que eres el consuelo de la Iglesia Santa, atiende las suplicas de tus Fieles Hijos que se sienten como ovejas sin Pastor y hazlas descansar en lo mas intimo de Tú Sagrado Corazón.
Bendito, alabado y eternamente adorado seasn en cada Sagrario del mundo. Amén.
+ Mauricio P. Solís
Episcopus
Dado en la Ciudad de Mexicali, B.C., a los 16 dias del mes de junio del Año del Señor 2022. Solemnidad de Corpus Christi
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